Había una vez...
Pensaba en la blogosfera.
No. No lo digo por los payasos, ni las luces o los fuegos de artificio o el humo.
Tal vez identifiquen algún tipo bitacorero, ahora que tan de moda está eso de categorizar. O tal vez no, seguramente cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. O tal vez si, porque son los seguidores/cuidadores de una forma de vivir y de trabajar que, a lo peor ya no tiene sentido o el interés es minoritario, pero que siguen llevando adelante porque no pueden hacer otra cosa. En todo caso, no se preocupen ni hagan mucho caso (por lo menos a mi).
Ese malabarista joven, que se sabe sobrado de agilidad y vista, frente a sus compañeros más mayores, que también saben que precisamente esa es su debilidad: le lanzan un aro ligeramente torcido, tal vez un poco a destiempo; juegan con su tensión y le hacen fallar (sin que se note mucho -there is no bussiness like the show business-), porque su afán por superar a todos en todo le hace perder de vista lo fundamental. La cura de humildad termina llegando luego, cuando tiene que hacer de ayudante de otro compañero -se trata de un circo familiar, pequeño- como siempre en la vida.
O ese otro domador ya maduro, al que basta mirar fijamente a un animal para saber que hoy no hará su parte en la pista, y que vale más dejarle tranquilo, a la espera de mejor ocasión.
También la joven (pero probablemente con cientos de ciudades recorridas) equilibrista, que intenta hasta tres veces sin conseguirlo un número especialmente difícil, con riesgo para su integridad física, pero con pundonor del que sabe que su contrato (no hablo de papeles) con el público implica dar lo mejor en cada ocasión.
¿Y los ayudantes de pista? Probablemente demasiado mayores ya para actuar, pero válidos y necesarios para el buen funcionamiento de todo. O tal vez parientes poco habilidosos para el espectáculo, pero que no podrían vivir de otra forma, fuera del influjo de una carpa redonda, los camiones, las casas portátiles y la carretera. O recuperándose de una lesión, aquella tarde en Lepe, donde tensaron demasiado la cuerda. O esforzándose y aprendiendo, tratando de preparar ese número que les hará pasar de ser los que retiran la basura de la pista, a ser los responsables de que los niños abran la boca una vez más. O ...
Ahora debería venir una conclusión. O algo. Pero no tendría interés.
¿Me estaré volviendo un bitacorero 'casi'-literario?
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