He vuelto de las vacaciones. No se si puedo decir que sea más sabio por ello, pero he aprendido algo; y me lo ha enseñado una niña de casi 5 años. No importa el destino, importa el camino. No, no tiene que ver con ninguno de los múltiples atascos veraniegos, ni con la tripada de kilómetros que nos damos cada vez que llegan las vacaciones. Me explico: cualquiera que haya tratado de construir un castillo de arena con un niño pequeño al lado sabe que la probabilidad de que el castillo termine completándose y se conserve en buen estado es más bien baja (aunque no haya niño, sigue siendo baja: los elementos y los 'elementos' terminarán con el igualmente); por lo tanto, más le vale a uno disfrutar con la construcción y todo lo que conlleva porque difícilmente verá su obra culminada.

No comentaré mucho sobre las vacaciones, aunque algunas cosas me llamaron la atención:

- La imposibilidad de ver otra cosa que cotilleos en la televisión después de comer. Por cierto, vaya cotilleos tristes.

- En la feria de Málaga (las fiestas de verano, vamos) decidieron que en la zona del centro sólo era posible, bueno, y razonable escuchar música tradicional (verdiales, sevillanas, etc.), los chicos de operación triunfo, y poca cosa más. Al parecer incluso se editó alguna especie de normativa al respecto.

- Una buena. Interesante entrevista a Juan Luis Arsuaga en El Mundo. Fresquita, veraniega, pero se nota que el hombre vale la pena. No se dejen llevar por el titular.

- La canción del verano. Definitivamente, el aserejé. Qué le vamos a hacer...

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